FITZGERALD SCOTT
Como ocurre con los grandes clásicos de la literatura, la novela que aquí se presenta nos ofrece una multiplicidad de lecturas. Es reflejo del furor y los problemas de un momento crucial en la historia de Estados Unidos: los años que siguieron a la Primera Guerra Mundial y precedieron a la Gran Depresión del 29. Es también una aproximación crítica al sueño americano, retrato del desencanto de una generación frívola y aburrida de sí misma. Es, al mismo tiempo, una reflexión sobre la necesidad de los hombres de replicar un pasado idealizado y configurar el presente a parir de unas actitudes nostálgicas. Incluso, hay quienes interpretan la historia según las similitudes que ésta guarda con la vida de su autor. El gran Gatsby no se agota en ninguna de estas lecturas Traducir Visualmente un clásico como éste no es tarea fácil, pues si bien es cierto que la novela nos ofrece múltiples puntos de entrada, no es menos cierto que se trata de una obra completa. Así le pareció a Javier Areán, artista responsable de las obras plásticas que acompañan esta edición, quien confiesa que se sintió frente a un enorme reto por la genialidad de las imágenes y atmósferas narrativas construidas por Fitzgerald. Su acertada estrategia fue, entonces, enfocarse en los lugares de indeterminación de la obra, es decir, los que no están definidos por el texto y que de alguna manera son dejados a la imaginación del lector. Con ello, Areán busca generar un universo visual que funcione en paralelo a la novela, sin obstruirla. Es así como llegan a nosotros estos vibrantes fragmentos visuales de la historia, estas sugerencias que acompañan la lectura, estos recortes de una narrativa sumamente complejan