Nuestros ancestros más lejanos no tenían más aspiraciones que ser pastores, cazadores, guerreros o hechiceros. Nada más. En cambio los hombres y mujeres de las primeras décadas del siglo xx tuvieron un desarrollo profesional y oportunidades que los convirtieron en una colectividad condicionada por las emociones y no por sus razones. Deseaban comprar por comprar divertirse disfrutar de los deportes. Reclamaban sus derechos y buscaban satisfacer sus exigentes apetitos, pero sin tener responsabilidades ni obligaciones de ninguna índole.