PONSON DU TERRAI
Este libro es la continuación de "Las hazañas de Rocambole" el cuál Porrúa tiene el agrado de presentarlo en su Colección de Sepan Cuantos. Rocambole, el popular protagonista de los numerosos volúmenes que a su figura dedicó el vizconde Ponson du Terrail, es un parisiense, nacido a orillas del Sena pocos años antes de la monarquía de julio. Eligió por teatro de sus principales aventuras el opulento y fascinante París del segundo imperio. Aquel hijo de la calle, antiguo mozo de hostería, crecido en la escuela de un verdadero genio del mal, el vizconde Armando Kergaz, vuelve siempre a París con nostálgico corazón de hijo. Cabalga sonriente por los Campos Elíseos o por el Bosque de Boulogne, seguro de sí mismo, con un nombre supuesto; al lado de patricios auténticos o de ingenuas herederas, en los salones o en los clubes, sabe comportarse como un caballero, sin perder jamás aquella calma que es la primera condición del éxito. Incontables son sus aventuras, tenebrosos sus crímenes, inimaginables sus intrigas. Su audacia va "increscendo" cada día mientras practica todas las formas posibles de delincuencia. Contra este genio del mal luchan denodadamente las fuerzas del bien, representadas por sus víctimas, hasta el día en que, condenado a trabajos forzados, ante el gesto r- de piedad de una de ellas, se convierte de repente. Vuelto al mundo, sin reparar demasiado en escrúpulos acerca de los medios conducentes a su fin, se embarca en la nueva serie de aventuras, como paladín de los oprimidos de cualquier especie. Inagotable en incidentes es el contenido de cada uno de los volúmenes, riquísima la trama, sorprendentes siempre los episodios aquí están ya, mezclados sin habilidad ni arte, todos los asuntos que más tarde, explotara con mayor destreza y discreción psicológica la novela policíaca y que ya hablan hecho su, primera aparición en los Misterios de París de Sué. Quien tenga paciencia para seguir hasta el final las prodigiosas vicisitudes del protagonista, sin perder el hilo de tantas y tan ingeniosas intrigas, acabará contemplando el triunfo del bien y la confusión de los malvados. Al final de cada tomo sonríe siempre, luminosa, la justicia. De Rocambole, ese personaje tan artificioso y poco real ha derivado un adjetivo que todavía continúa utilizándose "rocambolesco", como indicador de todo aquello que, de puro extraordinario, resulta inverosímil.
