MOLIERE
Si acostumbra usted, que lee estas líneas, tomar parte en ese juego de salón, para intelectuales, que consiste en que uno de los jugadores vaya mencionando las características de alguien hasta que los demás adivinen de quién se trata, le proponemos la próxima vez plantear como enigma el siguiente personaje: "Soy un autor de obras teatrales, el mejor no solamente de mi patria, sino de mi lengua, que se habla en muchas naciones de todos los continentes; al grado de que para citar ese idioma se suele decir: la lengua de... y aquí mi nombre. "Pero más que autor, o, mejor dicho, antes que eso fui actor, y comencé esa importante actividad de mi vida precisamente a la edad de veintiún años". Durante doce recorrí las provincias, actuando en obras ajenas, antes de escribir la primera mía propia. "Fallecí a los cincuenta y dos años de edad". Dejé a la posteridad treinta y tres piezas teatrales que se reputan inmortales. "No dejé manuscritos. Apenas se pueden señalar como de mi mano unas cuantas firmas notariales, difíciles de autentificar, al pie de documentos triviales. Pasados los siglos, y cuando ellas se representan en todo el mundo, en todos los idiomas, hay quien me niegue la paternidad de mis obras... Al llegar aquí, si es que no ha sucedido mucho antes, alguno de sus rivales en el juego exclamará gozosamente, con la seguridad de haber acertado: "¡Shakespeare!"; y será entonces cuando usted que lee estas líneas triunfará diciendo: "No, señores: Moliere". Todas estas curiosas coincidencias, y otras, hermanan al más grande escritor de la lengua inglesa con el mayor de la francesa, como aquella otra también muy singular, exactamente la misma fecha para su muerte, iguala a Shakespeare con el autor máximo de la lengua de Cervantes. Y a los tres el haber creado personajes que han pasado a sus respectivos idiomas con letras minúsculas; que se convirtieron en nombres comunes, en vocablos de esas lenguas usados en la vida diaria hasta por quienes no han leído los libros ni visto representar las piezas; se dice, y no sólo en la lengua de cada creador, sino aun en otras, ser un Otelo, ser un quijote, ser un tartufo. ... ¿Cuál otro autor, de ningún otro idioma, ha logrado semejante victoria lexicográfica?