LONDON, JACK
Jack London es el seudónimo literario de John Griffith London, nacido en la ciudad de San Francisco el 12 de enero de 1876. Fue su padre un hombre pintoresco: el bohemio profesor W. H. Chaney, irlandés. Su madre, Flora, proveniente del país de Gales, había abandonado la casa paterna en Ohio y conoció al profesor en Seattle; nunca contrajeron matrimonio. Jack fue hijo natural y vino al mundo con escándalo, pues se difundió en San Francisco la falsa noticia de que su madre había intentado suicidarse al querer evitar Chaney que diese a luz su compañera. Según Irving Stone, en su biografía Marine to a caballo, la acusación resultó falsa. Con todo, a Jack London le obsesionó siempre su origen, pues no creía ser hijo del profesor. Al parecer, Chaney fue un individuo notable. Se dedicaba a la astrología y poseía una gran cultura. En su juventud había sido marino. Era también espiritista, escribía mucho y sus ideas tendían al socialismo. Su debilidad eran las mujeres. La madre, Flora Wellman, era por su parte una mujer poco común. Celebraba sesiones espiritistas y fue, para su época, sumamente libre y emprendedora. Separada del profesor, se casó con John London cuando su hijo Jack tenía ocho meses de nacido. John le dio su apellido al niño y la pareja se fue a vivir a Market Street. El padrastro trajo a vivir con ellos a sus propias hijas, una de las cuales, Eliza, haría las veces de madre de Jack, pues la propia era bastante indiferente y estaba siempre demasiado atareada con sus conferencias sobre espiritismo. El padrastro, John London, se mudó varias veces de domicilio en el estado de California, intentó diversos negocios, buscando siempre la manera más efectiva de sostenerse él y su familia en una época en que las crisis económicas se repetían con desastrosa periodicidad. Así vivieron en diversos lugares de la comarca: Bernal Heights, Natoma Street, Oakland, Alameda. La niñez de Jack fue perturbada por las mudanzas, las privaciones, así como el carácter neurótico de la madre, y las sesiones espiritistas a las que asistía. Quienes más lo cuidaban eran su hermana Eliza y una nana negra llamada Jenny Prentiss. Estuvo a punto de morir durante una epidemia de difteria que se propagó en San Francisco, vivió durante largas temporadas en el campo de los alrededores y conoció muy pronto los muelles de la bahía. El ambiente, el legado hereditario de Chaney, las estrecheces económicas, lo fueron fortaleciendo. Al igual que la filosofía sostenida en sus futuras novelas, London fue haciéndose hombre en la lucha por la vida. Jack London fue siempre una curiosa mezcla de hombre duro y de soñador, de audacia aventurera y de profundas melancolías, como si toda su energía y su explícita fe en la acción no fuera sino un mecanismo de defensa para ocultar una delicada sensibilidad. Asistió a dos o tres colegios públicos. Aprendió a pelear, a pescar y cazar, a vagabundear por el puerto. Le gustaba leer. A los diez años descubrió la biblioteca pública de Oakland, ya partir de ese momento se convirtió en un lector infatigable, en especial de libros de viajes y aventuras. Habiendo quedado cesante su padrastro, Jack tuyo que realizar toda suerte de trabajos para contribuir a la subsistencia común. Vendió diarios, hielo, levantó palos en una bolichera, vendió y canjeó trastos. No fue sobresaliente en el colegio, pero, según declaró más tarde, allí aprendió a escribir mil palabras cada mañana (aproximadamente cuatro páginas), una costumbre que conservaría hasta el fin de su vida y que le permitió publicar más de cuarenta libros antes de cumplir cuarenta años. Muy pronto se perfilaron en él dos rasgos característicos de su personalidad: su pasión por escribir y su amor al mar y la aventura. A pesar de la pobreza, sus andanzas por los muelles de San Francisco, su conocimiento de la bahía y sus relaciones con gente de mar, le permitieron tener acceso a diferentes clases de naves. Con grandes sacrificios, pudo reunir los dólares necesarios para comprarse un esquife de segunda mano, al que le fue añadiendo, en etapas, una vela, una capa de pintura, unos remos. Alternó el trabajo con las exploraciones por la bahía. Antes de los catorce años había tenido que dejar el colegio. Sólo pudo terminar sus estudios primarios. De ahí en adelante fue esencialmente un autodidacta, excepto el breve tiempo que pasó en la universidad de Berkeley. Trabajó intensamente; a veces más de diez horas diarias, en una fábrica de conservas; descubrió muy pronto la miseria proletaria y desde entonces empezó a tener inquietudes acerca de los problemas sociales. Le obsesionaría, desde entonces, la rudeza del trabajo físico agotador. Se decidió a no seguir aquella vida que lo embrutecía y, por lo contrario, lanzarse a la vida libre del mar. Con un préstamo que le hizo la nana Jenny, compró un balandro, el "Razzle Dazzle", y se adhirió a una banda cuyo oficio resulta bastante extraño para los no iniciados. Existían entonces piratas de ostras. Se dedicaban a robarlas en cultivos particulares, y luego las vendían en los muelles como pesca propia. Era éste el primer paso en el mundo de la gran aventura, pero también en el de la delincuencia. La asociación de Jack London con aquellos vagabundos no duró mucho, pero le sirvió de intensísima experiencia. Muchas de las aventuras que vivió en esos tiempos fueron relatadas por él en El crucero del Dazzler y en otros escritos.