LOWRY LOIS
La sala era enorme. Nora ya había estado ahí con su madre en ocasiones ceremoniales como la reunión anual. Entonces se sentaba con el gentío, en las filas de bancos, mirando hacia el escenario. Pero ahora estaba sola. No había multitudes ni ciudadanos vulgares, sino el consejo de guardianes: doce hombres frente a ella, sentados a una mesa larga al pie del escenario.