Tenemos rabia. Rabia ante la invisibilización constante de nuestros abusos. [...] Rabia y miedo de
ser agredidas, asesinadas, olvidadas. [...] Nos tocaron muchas veces en la calle y vivimos en carne
propia el acoso impune. [...] Nos denigraron.
[...] Nuestro testimonio siempre está en tela de juicio, [...] nunca es suficiente. [...] La impunidad del
abuso, de la violación, está normalizada y la revictimización constante es insoportable. Aun así, nos
odian cuando salimos, en masa, a decirles que ya no toleramos su maltrato, violencia y tortura.
[...Y] si nos violan, nos apuntan como culpables. [...] Los sistemas de justicia son inoperantes y los
candidatos a presidir los gobiernos se llenan la boca con eslóganes sobre igualdad, pero no plantean
soluciones estatales para detener los feminicidios.
Porque es mentira que nos protegen. Porque es mentira que nos quieren vivas. [...] Nos roban todo,
menos la rabia. [...] Juntas quemamos el miedo.