MAGAÑA ORESTES
Pocas son la ciudades que pueden presumir buenas leyendas o relatos sobrenaturales. Para empezar deben tener edificios vetustos, con puertas que crujen, techos altos e imágenes misteriosas que susciten la imaginación de las personas. Ni Guadalajara ni Monterrey pueden presumir la mitad de las leyendas que tiene Puebla, porque sus habitantes destruyeron sus casas y calles coloniales para construir versiones nuevas de las ciudades, con supermercados, fraccionamientos, clubes de golf, sin historia. En el norte desaparecieron sus leyenda, porque el diablo, los fantasmas y los duendes necesitan casas y lugares viejos para reproducirse y suscitar las historias que de generación en generación pasa nutriendo los mitos y leyendas de las ciudades.